domingo, 17 de junio de 2012

Se me perdió la lengua (Quinta parte)


Llegué a mi casa corriendo y entré. Ya creía que había pasado todo por un día, pero si de líos se trataba yo ese día batí todos los récords. Mi mamá me estaba esperando en la cocina y largó un discurso mucho más pesado que el de la dire y la vice. Ahora me había perdido por una semana la tele y la computadora y encima me mandó a la habitación diciéndome que cuando llegara mi papá iba a charlar conmigo.
Entré a mi pieza y tenía ganas de patear algo, o de llorar, no sé… esas raras sensaciones que tiene uno.
Abrí mi mochila.
Ahí estaba. Acomodada en el bolsillo que normalmente uso para llevar la merienda. Era mi lengua.
- ¡¿Cómo se te ocurre abandonarme así?! – dije cuando ya estaba en condiciones de hablar, ya que estaba muy sorprendido.
- Y… bueno… me da mucha vergüenza pasar al frente a dar la lección – me contestó la lengua con voz de lengua con miedo.
Todavía hoy, cada cinco minutos abro la boca y compruebo si la lengua sigue estando ahí.

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