- ¡Me estás tomando el
pelo! ¡Vamos ya mismo a la dirección a hablar con la directora!
Ahora sí que la cosa se
estaba poniendo fea. La directora era una persona amable, pero ni lejos que
entendiera mi problema.
Seguí a mi maestra hacía
la dirección. Quedaba muy lejos. Salimos del aula, cruzamos el pasillo, subimos
una escalera, doblamos a la derecha, otra escalera, y entramos a la dirección;
ella con la cabeza alta y yo mirándome los pies.
- ¿Qué pasó, Fede?– me
preguntó la vicedirectora, la vice, como la llamábamos. La directora no estaba
ahí.
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